Lo primero que se hace es una historia clínica para conocer la existencia de sintomatología previa -y/o patologías sistémicas que conllevan problemas articulares- y se realiza una exploración manual, tanto de las articulaciones temporomandibulares como de la musculatura facial y cervical.
Para examinar la oclusión empleamos el T-Scan, dispositivo electrónico con el que registramos sus características, asignándoles valores objetivables.
La posibilidad de reconstruir el cráneo y la mandíbula en 3D nos da una información muy valiosa sobre el estado real de las superficies articulares, así como de la simetría de las estructuras faciales y su relación. Esta simetría y la relación de las bases óseas entre sí constituye el eje central del diagnóstico cráneo facial tridimensional.
Para ello contamos con un escáner CBCT de última generación.
Cuando, tras estas pruebas diagnósticas, obtenemos indicios de disfunción de la articulación temporomandibular, recurrimos a las resonancias magnéticas nucleares.
Realizando dos registros, uno con la boca abierta y otro con la boca cerrada, podemos dirigir nuestros planes de tratamiento con toda la información.